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Tú, yo; nosotros

Imagina que vas andando por un desierto un tórrido día en el que el calor funde tu razón y cualquier esperanza de supervivencia se desvanece a cada paso, entorpecido por la deslizante arena, que tembloroso te lleva hacia ninguna parte. Es en ese mismo instante, cuando ya nada vale nada, que vislumbras la salvación, un pueblo rodeado de verdor y vida atraviesa tu pupila, activando el último hálito de supervivencia que reside en tu interior.

Cuál es tu sorpresa que, según vas alcanzado la ansiada meta hayas un precipito que separa desierto y oasis, vida y muerte; algo que puedes tocar con tu mirada, pero que tus sedientos y ajados labios no pueden obtener, por mucho que lo deseen.

Surgen, en ese mismo instante dos alternativas: puedes precipitarte al vacío y confiar en tu pasado darwiniano, que afirma que provienes de un ave que ha evolucionado hasta ser un mamífero, consiguiendo alzar el vuelo y llegar ipso facto a tu objetivo o bien puedes usar tu ingenio de humano para conseguir bordear el obstáculo; mente contra natura, la razón contra los elementos.

La primera opción es la utopía, el lugar que no existe, aquello que en esencia es precioso, pero por lo que es inútil gastar un sólo instante. Te puedo asegurar que me encanta esta vertiente, pero no veo en ella más que un complemento decorativo de un todo, un adorno para esos momentos de lucidez en los que necesitas creer que la vida es algo mas que una broma pesada.

Es cuando dicen: ojo por ojo y todos acabaremos ciegos.
Es cuando digo: mejor todos ciegos que no sólo uno, que estará a merced de los que le cegaron.

Es cuando dicen: lo que se consigue con violencia, sólo puede mantenerse con violencia.
Es cuando digo: mejor sobrevivir con violencia y alcanzar la paz que yacer con la paz en un mundo de violencia.

Es cuando dicen: la recompensa se halla en el esfuerzo y no en el resultado.
Es cuando digo: un labrador no come de su esfuerzo, sino de su resultado, el trigo.

En efecto, son frases de Gandhi; un gran hombre, no lo niego, pero, en cualquier caso, un maestro enseñando física cuántica a los burros.

Es la segunda opción, la del esfuerzo, el sudor y el dolor, la que puede que te de la victoria. No me mal interpretes, no soy el típico gángster que cree que la vida es un juego de rudos pistoleros y que el bang bang puede al paz paz. Simplemente soy, o por lo menos creo serlo, realista. No soy yo quien habla, es la historia quien habla por mí. Y no la historia de nuestros ancestros, sino la de hace unos pocos días, en una provincia de España, en la que el hastío de la población ante la corrupción descarada, les ha llevado a la sublevación, a anteponer el honor y la dignidad a su propia integridad física y el castigo penal. Unos pocos días de agitación han bastado para conseguir frenar otro atropello urbanístico, el enésimo lamentablemente. Al contrario que todas esas manifestaciones pacíficas con slogans pegadizos y pacifistas blandiendo sus guitarras y ocurrentes pancartas, que lo único que consiguen, lamentándolo mucho, es la mofa de aquel contra el que se manifiestan.

Como dijo un gran político, cuyo nombre omitiré: la violencia no es buena...
...comenzarla. Pero si vives sumido en un mundo de caos y violencia, más te vale emplearla para salir con vida.

Puedes ser un vencedor o un vencido, dónde quieras estar, depende sólo de ti.

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